martes, 19 de abril de 2016

La comuna de cuarzo.

Soberanía energética, alimentaria y local.

La comuna de cuarzo.
El maestro explicaba la lección muy feliz, totalmente confiado en que sus alumnos, de tan solo 10 años, le estaban entendiendo además de escuchando…
-Entonces… ¿ Sabéis decirme cómo domina la Mátrix a la humanidad en casi todo el planeta?.
-¡Síiiii!!- dijeron los niños.
Los habitantes de la población habían aumentado y por lo tanto había más niños. ¡Y pensar que hacía diez años solo eran dos! Ahora, en su clase, se podían contar ocho y el total de todo el colegio ascendía a 20.
-¿Cómo?- insistió el profesor.
Una linda niña de pelo largo y muy ondulado fue la primera en levantar su manita.
-Engañando a la gente para que use el dinero y lo pida prestado. Como al devolverlo tiene que pagar un interés y el dinero de ese interés no existe… ¡siempre está en deuda y por eso todos los países están en deuda!.
-¡Muy bien!- contestó riendo el profe al que llamaban señor Blas.- A ver qué dice Aitor.
Y Aitor, un niño pecosito y pelirrojo, esto expuso :
-Mediante un instrumento llamado televisor, que se parece al ordenador, pero sin softwear libre, y sus dueños son los que mandan, que hipnotizan a la gente y como repiten una mentira todos los días, al final acaba siendo verdad porque la gente se la ha creído.
-¡Fantástico!.- exclamó el señor Blas que dio la palabra a Luz, una niña con la piel de color chocolate, natural de la antaño Guinea Española, ahora Guinea Ecuatorial.
-Impidiendo que la gente pueda hacer funcionar los coches y los aviones gratis, por ejemplo con energía solar y un molinillo, que no pueda cultivar los alimentos y las medicinas que quiera y haciendo que sea más importante el precio de los alimentos y las medicinas, que los alimentos y las medicinas.
-¡Genial.- dijo el señor Blas.- Mañana hablaremos un poco más de cómo la Mátrix enfrenta a las personas para que estén enfadadas unas con otras y su relación con el televisor.
Después de salir del colegio, cuya estructura de casa de piedra típica del norte de España, con jardín, huerto y piscina natural (con un circuito cerrado de agua y plantas acuáticas encargadas de su depuración, de manera que no hacía falta echar cloro) era un auténtico recreo para la vista, el señor Blas, se fue al taller del hangar donde habían estado reparando su avioneta, aunque tanto ese taller, como ese hangar, tenían el aspecto de unos bonitos chalets con puertas muy amplias, hechos con ladrillo de adobe, eso sí, y una extensa explanada delante se elevaba sobre el terreno, dominando la vista del pequeño pueblo y contemplando de frente las montañas de Asturias, León y Cantabria.
En realidad, todo en el pueblo estaba “disfrazado” y tenía más de un uso, así que el hangar y el taller, también eran la vivienda de unos vecinos. La mina de cuarzo, de la que extraían esa piedra semi-preciosa con la que sacar el silicio necesario para sus paneles solares, era la que más expuesta estaba a ser descubierta, sin embargo, pese a que no estaba a cielo abierto, solo consistía en unas pocas galerías subterráneas y su entrada se disimulaba muy bien tras una especie de umbral de roca artificial, hecha por Elisa, una chica amante de la decoración y el bricolaje, que simulaba una cueva detrás de los robles y las hayas del húmedo bosque septentrional en el que la hallaron.
Elisa era la hija del guarda del SEPRONA que trabajaba por esos parajes, y esa era la razón por la cual el Estado no sabía nada de la mina, ni del pequeño horno metalúrgico camuflado por la apariencia de una vivienda, que conseguía depurar todo lo necesario el silicio extraído del cuarzo antes de ser utilizado para confeccionar en su correspondiente fábrica disfrazada los paneles solares fotovoltaicos y térmicos… Elisa había tenido que pasar por el duro trance de un desahucio y una deuda de por vida, con su marido y tres hijos, antes de ser acogidos ella y su familia por la comuna y ganarse de amigo a un padre agradecido y emocionado cuyo puesto de trabajo era el de guarda forestal del SEPRONA.
El objetivo económico de la comuna no era “obtener beneficios” con cuatro empresas, marketing y trabajadores produciendo cada vez más para competir en “los mercados” y cotizar en Bolsa; y con PYMEs pagando un montón de impuestos . No. De cara al Estado ellos solo se dedicaban a la agricultura y ganadería natural o ecológica basada en la soberanía alimentaria.
Pero era mucho más que eso, pues el ganado, unas pocas vacas de carne, ovejas y cabras pastando en el monte donde estaban sus cuadras, era atendido cada día de la semana por una persona distinta, de manera que ese ganado estaba acostumbrado a ver bastantes caras y eso significaba que esa actividad, dejó de ser un trabajo demasiado esclavo, para convertirse casi en … un pasatiempo, una labor tan cómoda y agradable como la de ama (o amo) de casa… y daba lugar a que cada miembro de la comunidad pudiera disfrutar de unas vacaciones, algo insólito en el entorno rural clásico que carece de estrategias comunitarias.
Aparte de ese detalle, tenían el goloso secreto de su mina de cuarzo e industria de paneles solares ya mencionados, su escuela libre “Mi Cuarzo” llamada escuela “extranjera”, así denominada oficialmente porque ese tipo de centros educativos en los que los niños y adolescentes aprenden de manera auto-didacta, colaborativa, con pensamiento propio y contenido para distinguir a la Mátrix (aunque de esto último no sabía nada el Estado, naturalmente) no eran “legales” en España.
Tampoco había televisores, ni móviles con “whats app” y los ordenadores estaban en un tele-centro, aunque solo fuera por razones de seguridad, dado el serio secreto económico que compartían todos sus habitantes y sabiendo lo fácil que es “irse de la lengua” por Internet; tanto es así, que incluso en sus conversaciones mediante software libre estaban acostumbrados a “medir sus palabras” bien entre ellos o bien con personas afines que no fueran de la comunidad, aunque se hallaban tan ocupados con sus quehaceres, que apenas se usaban esos ordenadores, y no era porque casi desconocieran ese medio de comunicación (y herramienta de espionaje), pues estaban muy puestos en informática aunque a unos, como suele suceder, les gustara ese tema más que a otros. Uniéndose a ese grupo de materias primas, infraestructuras y prioridades, había pequeños aero-generadores (molinillos de viento) conseguidos de manera “legal”,  glorietas, estufas y cocinas de leña e “ilegalmente” un sistema de captación de agua de lluvia con filtros y aljibes, unas hélices dentro de las tuberías del agua corriente conectadas a entramados eléctricos de auto-consumo para generar energía al abrir el grifo y un invernadero con marihuana aunque conocían y aplicaban toda clase de plantas medicinales no tan perseguidas.
Para completar la gracia, reutilizaban todo lo posible, no usaban apenas plásticos, transformaban muchos artículos (bolsas, ropa vieja, etc) en otros objetos para lo cual había un taller que formaba parte de la escuela libre,sus retretes fueron transformados en unos de composta para no contaminar ni desperdiciar el agua y servir para el tema del abono además de hacer abonos y sulfatos naturales con los deshechos orgánicos y algunas hierbas…y quemaban en las glorietas para generar poca basura.
Del taller de los hangares, salió Elisa, alta y espigada con su rubia melena natural ondulada al viento que ya empezaba a ser molestamente frío en ese comienzo de la primavera y sonriendo, como siempre, le dijo ” -Esta tarde tenemos concejo abierto”.
Detrás de ella, Rubén, su marido, de largo y abundante cabello castaño mucho más ondulado, facciones armoniosas y expresión pícara, le comunicó que su avioneta ya estaba reparada, pues él era el especialista en avionetas y coches, si bien estos medios de transporte se diferenciaban de los “normales” en que su “combustible” eran la energía solar y sus generadores enganchados a las ruedas o a las hélices para producir y almacenar energía eléctrica, si bien, en el caso de los automóviles, se habían cuidado muy bien de instalar un mp3 con amplificador de sonido en el tubo de escape para que pareciera que se oía el ruido del motor de explosión, y de adoptar la medida de quitar los paneles si salían de su “área segura” para protegerse de posibles denuncias de guardias civiles, de manera que con el generador eléctrico conectado a las ruedas ya podían andar.
En cuanto a la ITV, no tenían más que tapar el mando eléctrico con un adorno y echar mano del motor original el cual duraba más que las pilas del famoso anuncio… Las avionetas, domiciliadas en otro hangar cuyos dueños, amigos del señor Blas, compartían con él su secreto aeronáutico, prescindían de sus paneles y el generador para pasar sus ITVs también, pero cuando se trataba de volar con normalidad, daba gusto y una sensación extraña tanto para quien pilotara y sus acompañantes, como para quienes se entretuvieran mirando un buen rato al aparato desde tierra firme, no escuchar ningún ruido.
– Si vas a volar me gustaría acompañarte.- le dijo Rubén, y poco más tarde sobrevolaban su bosque en dirección a la costa. Mientras se recreaban la vista ante el tupido paisaje verde y sus elevaciones con serpenteantes ríos y cascadas, pastos frescos con vacas o caballos, pueblos de piedra, etc, él le iba contando lo mucho que habían prosperado sus relaciones con los guardias civiles amigos de su suegro, el padre de Elisa, y cómo éstos les habían confesado lo mucho que les fastidiaba que el Estado les quitara sus pagas extra, a lo que les preguntaron, con mucho tiento, si no sería fabuloso no necesitar el petróleo para ahorrase un dinerito.
De modo que ese era el tema a tratar en el concejo abierto, si se decidía, con muchísima prudencia, claro está, “engolosar” a esos guardias civiles con su apaño para los automóviles… y de esa manera, ir dando pequeños pasos firmes y seguros para “voltear” la Mátrix.
-Nada me haría más ilusión que voltear la Mátrix en todo el mundo; que provocar un efecto contagioso capaz de invertir la inercia de la pirámide, pero con los guardias civiles hay que ser extremadamente cautos; tú no les puedes contar toda la verdad de golpe.- le contestó el señor Blas, que a sus 55 años, además de su elegante porte con canas y gafas redondas, todavía mantenía viva una pequeña llama de ilusión que había crecido mucho, demasiado según él, ante los resultados que se fueron obteniendo después de anhelar y proyectar; después de la labor de aprendizaje de sistemas que con tanto entusiasmo y eficacia llevaron a cabo todos los habitantes adultos de la comuna en lo que hasta hace pocos años era una aldea medio fantasma a punto de ser expoliada por el Estado.
¿Influiría algo en la imaginación ese entorno natural pese a las fumigaciones aéreas clandestinas que denunciaron más de una vez en distintos cuarteles?
-Por supuesto que empezaríamos con mentiras ; diciéndoles que son equipos de células solares que se compran por Internet pero cuya instalación junto al generador se apuntó a bolígrafo de una página web que ya no existe, por ejemplo.- le respondió Rubén.
-Bien.- aprobó pensativo el señor Blas mientras seguía escuchando.
– Y más adelante, podríamos iniciarles en las bondades de la marihuana; con mucho tiento, por supuesto.
Cuando llegaron a la parte de costa asturiana nada concurrida que ya se sabían de memoria, tras aterrizar en la pequeña meseta muy cerca de la playa, fueron a la misma a llenar sus garrafas de agua de mar, y vieron que había unas cuantas rayas en el cielo… o sea, esas extrañas secretas fumigaciones aéreas, y traspasándolas ese misterioso artefacto volador redondo, blanco y brillante que de lo rápido que iba parecía que le habían dado con un bate de béisbol y suponían que era un drone meteorológico por el suave ruido de motor que se le notaba si no había ruido ambiental y se creía, desde los círculos de investigación de esa geoingeniería, que medía “algo” de esas fumigaciones. Y con eso, volvieron a su casa.
Al llegar la tarde se celebró el concejo abierto, al cual incluso acudían algunos niños un poco creciditos y adolescentes porque lo consideraban algo suyo. Ahí estaban, bajo el haya al que aún no le habían salido sus casi fosforescentes hojas verdes,sentados a la mesa de merienda, Sandalia y Bernardo, el matrimonio octogenario que ya vivía ahí antes de que entre sus hijos, okupas, personas que tuvieron su negocio y trabajo en la ciudad venidos a menos y vinculados a esa población, y personas acogidas, como la familia de Guinea Ecuatorial y una familia libia, ambas amigas de dos de sus habitantes que se arriesgaron a llegar hasta allí en sus avionetas de energía solar ilimitada huyendo del empobrecimiento y la sanguinaria dictadura de la OTAN, además de la hija del guarda del SEPRONA y su familia, hicieran revivir ese lugar, y de qué manera.
Y debatieron sobre el “contagio” cauteloso a los guardias de su creación al margen del sistema, sobre si ir o no aceptando en su escuela libre a algunos niños, poquitos y que fueran hijos de familiares o amigos, que no vivieran en el pueblo (ante lo cual más de un niño y adolescente decía “quiero que venga fulanito o zutanita”), sobre si implicarse más, con algunas actividades nuevas, en la lucha contra las fumigaciones aéreas clandestinas, sobre si intentar practicar más el trueque con el exterior para depender lo menos posible de la moneda oficial y aprender a hacer tela de lino.
Sobre todo eso se debatió entre sorbo y sorbo de una bebida isotónica con agua de mar, infusión de estevia, marihuana y zumo de limón, caliente o fresca según los gustos o si se consideraba que hacía frío…
Y esa bola de dulce blancor níveo, se fue haciendo cada vez más grande, lenta e imperceptiblemente pero con firmeza…
Ahora, en la plaza del pueblo, hay una enorme placa de cuarzo blanco debajo de una gran bandera verde, la de la Yamahiriya libia, con el dibujo grabado de una avioneta verde e inscripciones en ese mismo color en castellano, euskera, inglés y árabe, donde se lee con deleite : ” Volar es lo más grande; es un poema de agilidad; la auténtica libertad y el sueño más elegante”.

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